LAS 5 CUNAS DE LA BELLEZA. Así se coronaron como capitales del arte la Florencia de Botticelli, la España de Velázquez, la Holanda de Vermeer, el París de Picasso y el Nueva York de Rothko, y por qué otras similares no lo lograron
Solo cinco entornos han podido sobresalir como grandes capitales del arte en la historia, con amplia diferencia respecto al resto. Cada uno de ellos tuvo a un pintor como máximo emblema, quienes a su vez dejaron una obra icónica para representar ese momento, y legar a la humanidad sus más altas cotas de belleza. Un cúmulo de condicionantes explica por qué solo Florencia, España, Holanda, París y Nueva York lograron convertirse en las mayores cunas de la pintura, y también por qué otros lugares en apariencia similares no lo consiguieron.
Los hitos de Botticelli, Velázquez, Vermeer, Picasso o Rothko sirven para descubrir dónde radica la virtud estética, y para que el análisis sobre el contexto de su época permita anticipar desde dónde y hacia dónde puede seguir evolucionando la pintura. La ‘Venus’, las ‘meninas’, la ‘joven de la perla’ o las ‘señoritas de Avignon’ se sitúan así en este texto no solo como pasado reciente, sino en medio de un camino previo a lo largo del placer visual, que alargará su recorrido por el futuro entre el criptomecenazgo, los NFTs y la Inteligencia Artificial.
Las esencias de la creatividad, sin embargo, permanecen inalterables, y hasta pueden verse favorecidas por las mismas circunstancias propicias de antaño, como una mentalidad abierta y unas disrupciones económicas que fomenten el comercio y la atracción de talento. Mientras motores como la religión, el alfabeto dominante, o la divisa de referencia mundial coincidieron en allanar los hasta ahora más fecundos ecosistemas culturales, en adelante se confrontan argumentos alentadores con otros restrictivos para la sublimación artística.
Londres o Pekín se erigen por ejemplo en las dos principales dominadoras de su tiempo sin haber legado un esplendor pictórico tan fértil como un quinteto de cunas que —acogedoras de posos anteriores y cercanos de maestría visual, y beneficiadas entonces por su orografía, y por los vuelcos geopolíticos y tecnológicos— parece difícil que se repliquen pronto, incluso en zonas promisorias como India, o en nuevos epicentros globales como los petro-estados del Golfo Pérsico. Tanto el Renacimiento como el Barroco, el Cubismo o el Expresionismo Abstracto emergieron tras un lento proceso donde sus entornos facilitaron un clima único en espacio y tiempo para la originalidad y transgresión. Y desde ahí se ha acabado ligando al arte como una de las grandes fuentes de terapia sobre una especie programada durante milenios para un panorama nada parecido al de las últimas décadas, tras una oleada de inventos revolucionarios.
La superioridad artística ha venido correspondiendo Occidente, cohesionada bajo una misma religión y sistema de escritura, y con una fuerte sociedad civil, desde donde se extremado una belleza basada en el equilibro y en la uniformidad, antes que en los detalles de la obra y en su trama, donde se suele poner más atención. Así, como los dos conceptos centrales del escrito afloran la circunstancia y la creatividad, cuyas claves ayudan a entender prácticamente todo, para de este modo poder proyectar luego lo mejor.
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ÍNDICE
—Prólogo
—Introducción
—La Florencia de Botticelli
La Venus renacentista
—La España imperial de Velázquez
Las meninas del Barroco naturalista
—La Holanda de Vermeer
El sereno hiperrealismo de la joven de la perla
—La cuna ausente del Romanticismo
—La París de la Belle époque
Las cubistas señoritas de Avignon
—La Nueva York de Rothko
El Expresionismo Abstracto espiritual de la posguerra
—La cuna del futuro
—Conclusiones